De mi pequeño mundo… “El retiro-convivencia”.

pabladaSábado y domingo viví una descomunal exériencia con los jóvenes de confirmación en su retiro. Allí pude pude experimentar el amor de Dios y cómo nos bendice. Como soy molesto e incómodo, cuando el coordinador de confirmación me aseguró que no tendría nada que hacer el retiro, como no fuera estar con ellos y confesar a alguno, casi pensé no ir.

Después de una espléndida mañana con los niños de la catequesis de primera comunión, que me están demostrando que no nos equivocamos cuando decidimos, hace ya tres años, empezar a enseñarles Biblia a los niños desde el primer día de su catecismo, almorcé con amigos para celebrar el cumpleaños de Esperanza y de Luz, la señora que nos ayuda en casa. Almorzaba con nosotros quien me llevaría al retiro, y casi le dije: “Ay Beatriz, qué pena que haya venido hasta acá, porque en la de menos no voy”.

Pero los deberes son deberes, hice una breve maleta y me fui, presuntamente, a no hacer nada. Pero quizá se me había olvidado lo extraordinario del grupo. Es pequeño, son 20, pero tienen una calidad humana, una sensibilidad religiosa inéditas. Puedo decirles que las tareas que realizaron dieron muy buenos resultados y que todo empezó marchar muy bien, pero los excelentes catequistas fueron más allá y realizaron un nuevo trabajo en el que los muchachos pudieron manifestar sus angustias, muchas de las cuales son más el producto del desarrollo adolescente que viven, pero que no por eso son menos reales.

Cuando llegó la hora de confesarlos, viví experiencias insólitas, maravillosas. Experimenté la fuerza de Cristo actuante a través de este simple cura y la certeza de que el Señor es la respuesta a todas nuestras angustias. Sus lágrimas, sus quejas, sus incertidumbres, sus dudas. Todo ello presentado ante Dios por Jesucristo, se convirtió el incienso agradable.

Bendito sea Dios que nos permite servirle en sus hijos más queridos. Bendito por darnos el privilegio de equipos de trabajo tan sublimes, eficientes, sacrificados. Bendito por la riqueza de la Iglesia, de este pueblo sacerdotal.

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