Juan es su nombre, palabra del domingo

Hoy domingo la liturgia celebra la Natividad de Juan Bautista, precisamente quien llevaba el nombre el Papa Montini. Solo de tres personas celebramos su nacimiento: el de Jesús, por supuesto, el de su Madre y el de Juan el Bautista. Hoy se nos pone según yo, no tanto frente a la función de Precursor que el Bautista ostentaba, sino al hecho mismo de ser llamado, realidad que toda persona debe saber percibir en su propia vida.

Los textos de Zacarías (el sábado) e Isaías (domingo) eran muy semejantes y se referían al hecho esplendoroso de haber sido elegidos por Dios desde el seno de sus madres. Pero esa realidad, que vivió Juan, nos corresponde hoy a cada uno de nosotros. Ya no hay ser humano que no pueda afirmar que ha sido llamado por Dios para cumplir un trabajo. Ese trabajo, claro está, bien podría ser en una materia u otra, pero siempre como ejercicio de predicación, de anuncio de Jesucristo, Hijo de Dios hecho carne por nosotros.

Los acontecimientos que rodean el nacimiento del Bautista son misteriosos y dignos de ser conocidos y festejados: es hijo de dos miembros de la familia sacerdotal de Leví, Zacarías e Isabel. Ambos son entrados en años y estériles, cosa no bien vista por la gente que creía erróneamente que Dios castigaba así a los pecadores. Dios interviene para que, a edad avanzada, ellos logren su proyecto de tener un niño. Así Dios haría venir al mundo al que necesitaba para dar continuidad al proyecto mesiánico al tiempo que destruía argumentos tan equivocados de la gente. El niño, cuyo nacimiento sería festejado por muchos, precedería al Señor, es decir, vendría para prepararle el camino al Mesías, “con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto” .

Es Dios quien dispone el nacimiento del pequeño, Dios quien le da la misión, incluso Dios le dará nombre al que nacería. Así lo asumiría desde el seno materno para ejercer, ya no el sacerdocio del templo, ya superado, sino para establecer un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Por ello viviría en condiciones muy singulares, dando gloria a su Creador y llevando adelante todo el proyecto de salvación preparado desde antiguo.

Juan venía a preparar el camino al Señor y lo hizo precedió incluso en la muerte, al defender la verdad y señalar el error y el pecado. El nacimiento de Juan llena de alegría a la Iglesia entera. De su vida de entrega y sacrificio debemos participar para aprender a preparar el camino al Señor en los corazones de sus fieles. El Señor debe llegar a los demás. Preparémosle el camino.

Como elegidos de Dios desde el seno materno dispongamos nuestra vida al servicio de los demás.

 

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