¡A nadie deban nada sino amor!”
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Un saludo muy afectuoso, queridos amigos del domingo, en el día del Señor, sobre todo este
domingo cuando, por esas cosas de Dios, fui invitado a presidir de la misa mediante la cual se recibía a Nuestra Señora de los Ángeles, en su regreso casa tras permanecer más de un mes en la catedral de esa diócesis.
Un saludo muy cordial al empezar el mes de la patria, septiembre, mes de la independencia nacional, como el mes de la Biblia. Les abrazo mientras preparo viaje para irme al Perú. No, claro que no son mis vacaciones, que este año pensé hacerlas allá pero los compas fueron renunciando uno a uno, sino para seguir preparando el encuentro continental de Radio María.
La semana me llevó a Guatemala. Sucede que la reunión que iba a ser en Costa Rica de las Radio María el continente americano se trasladó a Guatemala por algunos inconvenientes que surgieron en nuestro país. Ahora bien, como formo parte del Comité de Formación, que es el responsable de este encuentro, he tenido que continuar en reuniones vinculadas con tan importante actividad. Eso me hizo volver a Guatemala por apenas dos días. El martes me avisaron que viajaría el jueves y regresé sábado por la mañana. 
Ya les había comentado el proyecto que teníamos de empezar temprano el programa bíblico, con los niños de siete años y medio, los del primer nivel de la catequesis, a inducirlos en tan maravilloso mundo. Pues bien, el proyecto empezó. Compramos las biblias, no baratas (nos gastamos 400.000 pesos), muy bonita, empastadas; y el lunes anterior, en la liturgia en que solemnemente los recibíamos en la catequesis parroquial, en vez de poner en sus manos un catecismo, que no es sino un subsidio para acompañar, recibieron la Biblia.
Que en su hogar se alcance lo mejor posible desde la misericordia de Dios: el amor, el respeto y la conciencia plena de que si estamos en el mundo y vivimos como familia lo nuestro debe ser construir el reino de los cielos. Eso se logra sumiendo con toda seriedad la voluntad suprema que no busca sino nuestro propio bien y el del mundo en que vivimos.