Luz en mi sendero, domingo 17 de marzo de 2024. Domingo V de Cuaresma.

Saludos de los PP. Alvaro Sáenz Zúñiga y Miguel Picado Gatjens.

La hora ha llegado para Jesús, Salvador del mundo. Está a punto de echar sobre su hombro la herramienta de la redención. Con su entrega resultará autor de la nueva alianza y así su mensaje podrá ser conocido por todos. El Mesías, aceptando el dolor, podrá aprender, mediante el sufrimiento, el significado de obedecer. Sabe bien que, como grano de trigo caído en la tierra que es, debe asumir la muerte en juicio de la censura para dar fruto.

Las lecturas de hoy:

Libro de Jeremías 31,31-34.

Llegarán los días -oráculo del Señor- en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño -oráculo del Señor-.

Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo del Señor-: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.

Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan al Señor “. Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande -oráculo del Señor-. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.

Salmo 51(50),3-4.12-13.14-15.

R. Crea en mí, oh Señor, un corazón puro.

  • ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
  • por tu gran compasión, borra mis faltas!
  • ¡Lávame totalmente de mi culpa
  • y purifícame de mi pecado! R.

  • Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
  • y renueva la firmeza de mi espíritu.
  • No me arrojes lejos de tu presencia
  • ni retires de mí tu santo espíritu. R.

  • Devuélveme la alegría de tu salvación,
  • que tu espíritu generoso me sostenga:
  • yo enseñaré tu camino a los impíos
  • y los pecadores volverán a ti. R.

Carta a los Hebreos 5,7-9.

Hermanos:

Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Evangelio según San Juan 12,20-33.

Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les respondió:

“Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.

Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.

Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

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