En la fiesta de San Ignacio un saludo afectuoso al Papa Francisco. También me propongo unas preguntas para la reflexión: ¿acepto la idea de que el reino de los cielos puede crecer infinitamente si yo ayudo? ¿Me he acercado a la idea del reino de los cielos con certeza y alegría, confiando en el proyecto creador de Dios? ¿Me he prestado a la idolatría, al cultivo de otros dioses y otras realidades, sustituyendo a Dios? El comentario las lecturas del día mi página: círculo naranja y flecha blanca, oprimir, esperar y escuchar.
Comento las lecturas de hoy, lunes 31 de julio, en la XVII semana del tiempo ordinario
Libro del Exodo 32,15-24.30-34.
Moisés emprendió el camino de regreso y bajó de la montaña llevando en sus manos las dos tablas del Testimonio, que estaban escritas de un lado y de otro. Esas tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada sobre ellas era escritura de Dios.
Al escuchar el ruido de las aclamaciones que profería el pueblo, Josué dijo a Moisés: “Hay gritos de guerra en el campamento”. Pero Moisés respondió: “No son cantos de victoria, ni alaridos de derrota; lo que oigo son cantos de coros alternados”.
Cuando Moisés estuvo cerca del campamento y vio el ternero y las danzas, se enfureció, y arrojando violentamente las tablas que llevaba en sus manos, las hizo añicos al pie de la montaña. Después tomó el ternero que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta pulverizarlo. Luego esparció el polvo sobre el agua, y se la hizo beber a los israelitas.
Moisés dijo a Aarón: “¿Qué te ha hecho este pueblo para que lo indujeras a cometer un pecado tan grave?”. Pero Aarón respondió: “Te ruego, señor, que reprimas tu enojo. Tú sabes muy bien que este pueblo está inclinado al mal. Ellos me dijeron: “Fabrícanos un dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto”. Entonces les ordené: “El que tenga oro que se desprenda de él. Ellos me lo trajeron, yo lo eché al fuego, y salió este ternero”.
Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo: “Ustedes han cometido un gran pecado. Pero ahora subiré a encontrarme con el Señor, y tal vez pueda expiar ese pecado”. Moisés fue a encontrarse nuevamente con el Señor y le dijo: “Por desgracia, este pueblo ha cometido un gran pecado, ya que se han fabricado un dios de oro. ¡Si tú quisieras perdonarlo, a pesar de esto…! Y si no, bórrame por favor del Libro que tú has escrito”.
El Señor le respondió: “Yo borraré de mi Libro al que ha pecado contra mí. Y ahora vete. Lleva a este pueblo hasta el lugar que yo te indiqué: mi ángel irá delante de ti. Y cuando llegue el momento, los visitaré para castigarlos por su pecado”.
Salmo 106 (105)
En Horeb se fabricaron un ternero,
adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor.
Evangelio según San Mateo 13,31-35.
Jesús propuso a la gente otra parábola:
“El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”.
Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”.
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.