Cosas que ver “El Rey Lear”

learTerminé la misa el sábado y corrí para llegar al filo de la hora. Casi al entrar bajaban las luces y pude ver con atención las estructuras que marcarían el desarrollo de la obra que venía a disfrutar. El rey Lear.

Es uno de los textos de Shakespeare que más aprecio. Lo conocí 40 años atrás, por recomendación de Graciela Moreno. Luego vino la película de Peter Brook con que se estrenó la Sala Garbo. Memorable. Entonces me compré la ópera de Aribert Reimann, “Lear”, que casi no digiero porque el lenguaje contemporáneo de la música me dificulta el camino.  Y ahora esta producción.

He de decir que la de la Compañía Nacional de Teatro no desmereció para nada el grandioso texto. Oscar Castillo estaba preparado para esto y confieso que en un par de oportunidades, el diálogo en medio de la tormenta, semidesnudo, enloquecido y desesperado; y junto al cadáver de su amada Cordelia, estuvo a punto de sacarme las lágrimas. Un joven al final alababa la capacidad de Oscar de aprenderse semejante texto. Para un actor memorizar el texto es lo de menos, pero sin duda fueron muchísimas páginas metidas en la cabeza, interpretadas con intensidad y adobadas con ese condimento que se llama libertad y que producen los años, cuando no se tiene nada que perder porque ya se hizo todo, pero lo que tenemos entre manos es mejor que lo que ya hicimos.

La figura de Castillo en escena sigue siendo contundente. Quizá el tono de su voz no tenga ya la prepotencia (y no equivoco la palabra) de otros años pero conserva musicalidad y firmeza. Su manejo en las tablas es fluido y seguro, y como dijo Nerina Carmona, nos hizo viajar a las épocas del gran teatro en Costa Rica. Pero el resto del elenco tampoco defraudó. Los ya viejos siguen firmes en oficio y desempeño. Y la generación que se levanta, ojalá se mantenga, me devolvió las esperanzas. Se movieron bien, hablaron bien, sostuvieron sus papeles y, por ejemplo, nos dieron un primer acto más de una hora casi sin pestañear. El segundo acto fluyó igual, pero ya teníamos el corazón aprisionado por el drama.

La dirección  me pareció muy creativa y solucionó muy bien los problemas que la obra supone con sus múltiples escenarios y cambios geográficos drásticos. La agilidad de los personajes, el uso de los floretes, la fluidez de las escenas, todo ello nos tuvo muy atentos las más de dos horas de la puesta. Muy grato el recurso para la batalla. Pudo ser una herramienta retórica barata, pero lo solucionó con gestos muy masivos y en segundos. Quizá los recortes al texto me desorientaron un poco. No me resultó clara la pugna creciente entre las hijas del rey, Goneril y Regan. Ellas protagonizan la traición al padre, pero cada cual va luego fabricando, paulatinamente, traición a la otra que termina por tener éxito liquidándose mutuamente. Acá me cayó encima sin verla venir.

Gracias Fabián Sales, un gran trabajo. Gracias Oscar, la hiciste. Gracias elenco, gracias vestuarista (Rolo, la gente se veía bien y cómoda en su ropa) y gracias escenógrafo, (Fernando, la alusión a los tres sepulcros, que constituyeron primero el trono del rey, fue broche de oro de este monumento a la tradición humana). La música muy eficaz, las luces bien. En fin, digna de verse. Gracias Compañía Nacional de Teatro.

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