“Dichosos los que sin ver creyeron”

605, 7/04/2013

tomas caravaggioLas lecturas de este domingo son excepcionalmente enriquecedoras y van en un “in crescendo” sublime. La primera lectura está tomada, como cada primera lectura de toda la cincuentena de Pascua, de los Hechos de los Apóstoles, 5, 12-16. La frase más estimulante de la primera lectura de hoy nos hace descubrir nuestra naturaleza, cuando nos dice: “Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu”. Al preguntarnos ¿quiénes son estos todos?, descubrimos que es la Iglesia, formada por todos los bautizados. Lo que nos hace Iglesia es precisamente el gesto de congregarnos.

Debemos descubrir qué es lo que nos congrega y allí encontramos el elemento fundamental que es la fe. Esa fe tiene catalizadores, sobre todo la palabra de Dios que escuchamos, el pan que compartiremos, pero sin duda, y eso no podemos olvidar, lo esencial: la comunidad que nos permite descubrir en ella la presencia del Resucitado.

Esa reunión de cristianos, esa reunión de creyentes y celebrantes, que como decía un profesor de Biblia, “en sordina” insinúa la reunión dominical, nos permite alabar a Dios y por ello tenemos la oportunidad de organizarnos y, como dice el salmo 117, decirnos unos a otros: “Dad gracias al Señor porque es bueno porque es eterna su misericordia”.

Por su parte, la segunda lectura, que en esta Pascua serán del Apocalipsis, hoy era 1, 9-19, que nos permite descubrir cosas maravillosas. En primer lugar, nos habla alguien que conocemos y nos pone frente a un acontecimiento sucedido en un momento determinado. Transcribo el pasaje: “9 Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. 10 El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta…”.

Los acontecimientos que se nos describen tuvieron lugar el primer día de la semana y subrayan la importancia del primer día de la semana para los cristianos. Dios descansa el séptimo día, sábado; y nuestro Dios, Jesucristo, descansó el sábado en el sepulcro preparando su resurrección. Y el Señor inicia la nueva semana con la nueva creación, constituyéndose como la luz del mundo, sólo que esta luz ya no conoce ocaso. El otro elemento que percibimos son las palabras del que habla las cuales, para poder escucharlas cambiar el rumbo de mi vida: “12 Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba”. Con ellos Juan nos hace ver su nuevo encuentro personal con Cristo. Pero muy importantes sin duda los nombres, títulos que se da el Resucitado. Dice a Juan: “No temas: yo soy el Primero y el Último (eso lo dice también el cirio pascual: el alfa y omega), el Viviente. 18 Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo”. Nuestra fe tiene un motor, un conductor que la determina y la orienta, el Señor Resucitado.

El evangelio es de Juan, 20, 19-31. En el texto se repiten varios elementos que ya analizamos. El primero se refiere a la Iglesia reunida. Quizá la reunión todavía no es la que desearíamos. Se trata de un grupo de gentes arruinadas, desmotivadas, deprimidas, frustradas y hasta fracasadas. Al menos eso lo que deja Tomás cuando sale del cenáculo a cumplir con la tarea que tuviera pendiente. El segundo elemento es la llegada del Señor. Sucede, como ya sabemos, el primer día de la semana, es decir, el domingo, el día de la resurrección. El encuentro con Cristo supone varias cosas que se sintetizan así:

  • Jesús se aparece, estando las puertas cerradas;
  • Jesús los saluda con la paz,
  • Jesús se identifica mostrándoles las llagas;
  • Jesús les concede a ellos el privilegio que había recibido, me refiero a ser enviados por Dios,
  • Jesús los envía al mundo entero y por último, cosa maravillosa,
  • Jesús les insufla el Espíritu Santo, dándoles la oportunidad de perdonar los pecados e incluso de retenerlos en caso necesario.

Al regreso de Tomás sucede algo desagradable y es que Tomás no logra percibir que aquellos hermanos que dejó antes en estado de absoluto desastre están ahora restablecidos, restaurados, iluminados. Ya no son un racimo de fracasados, ahora son la Iglesia. Y esa Iglesia le da buena noticia de la resurrección. Pero Tomás no le crea.

A los ocho días, es decir, domingo de nuevo, llegó Jesús. El resto de la narración lo conocemos bien. De la nueva visita surgen varios elementos, pero el más importante propone nuestra realidad y se resume en la maravillosa frase del Resucitado: “Dichosos los que crean sin haber visto”, es decir, nosotros, los que nos reunimos en Iglesia, los que vivimos la experiencia de esa resurrección con la oportunidad de vivir para siempre en Cristo. Este domingo es llamado Domingo de la Misericordia, pero para mí seguirá siendo el Domingo de la Fe, porque hoy se pone en evidencia lo más importante: creer en el Resucitado portador de buenas noticias, el que nos constituye en Iglesia, nos inspira el caminar diario, determina nuestra restauración personal.

En fin, que vivo la alegría de la resurrección no sólo en el ámbito personal sino también familiar, en momentos de mucho gozo; que la emisora está caminando, aunque necesitamos un esfuerzo económico de los oyentes porque de vez en cuando se les bajan los ánimos, que estamos preparando la Mariatón y que para ello esta semana haremos una semana de solidaridad, porque necesitamos un dinero para pagar los gastos que supone esa maquinaria enorme tratar de conseguir los fondos suficientes para llevar adelante el año. Mucho que hacer, pero todo en el nombre de Jesucristo resucitado. Un abrazo. Se termina la octava pero continúa la Pascua. Que Cristo sea la luz que ilumina su camino. Un abrazo.

P. Álvaro

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